sábado, 17 de septiembre de 2011

Un cuento con final triste.

Miraba por la ventana cómo las gotas caían con ganas sobre las hojas de aquel árbol donde tantas veces se habían amado. Con un pucho en la mano, tiraba las cenizas en una copa, de donde había estado tomando champán hacía un par de horas. No era una puta cara, pero él la había tratado como a la mejor. Y en su propia casa, en su propia cama, en sus propios pensamientos. De buena costumbre era para él devolver el favor con un poco de caballerosidad. Pero no tenía sentido, no era lo usual, que a cambio de sexo sin amor se entregue parte de un corazón noble, intentando escapar del incendio que hacía rato ya se venía expandiendo, y que no podía parar.
 Cuando salió su prostituta del baño, él la miró y se dio cuenta que tenía una hermosa figura. Pensó que detrás de un trabajo marginado y oscuro podría esconderse una dama dulce y sensible. Pero todos esos pensamientos tuvieron que quedar de lado, había llegado la hora de pagarle, abrirle la puerta, y simplemente ver como su auto doblaba en la esquina. Y chau. De nuevo a la soledad.
 Con el pasar de los minutos los truenos ya habían subido su tono... y el a media luz, seguía sentado en su cama, con otro cigarrillo, ya se había fumado como 20 ese día, no entraban en los ceniceros, que no tenía ganas de vaciar. Por eso, seguía usando esa copa.
 En un impulso y al darse cuenta que en esa copa había quedado un poco de labial, la hizo volar contra la pared. Ya no quería mas estar así, sin el amor de su vida. Se había cansado de buscar otras formas llenar el vacío que había dejado ella en su corazón. Ya estaba harto!.
 El sufrir por amor no había sido nunca algo que el hubiese pensado que le iba a pasar, pero al final, como todos, terminó cayendo en la trampa. Terminó desesperado por ella. Y salió a buscarla, tenía que pedirle perdón, tenía que dejar de ser un mujeriego empedernido, LA AMABA, con el corazón, con el alma...
 Y dispuesto a dejar todo por ella, sacó su auto bajo la lluvia, y sin paraguas, esquivando pozos y charcos, y lo mas rápido que pudo tocó su timbre.
 Una voz de hombre preguntó quién era. Y el no contestó.
 Así sin paraguas, no pudo hacer mas que volver de donde había salido, el sentía que nunca mas iba a poder ser feliz.

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