domingo, 11 de marzo de 2012

III

A gritos le pedía su cuerpo un poco de contacto físico con algún hombre, o algo. Porque a eso estaba acostumbrada, era un ritual, el hecho de llevar a casa un desconocido que asalte su cama un par de horas, y luego abrirle la puerta, y verlo de espaldas, sin pedirle que vuelva a llamarla.
 Ellos deben haber pensado que era una hija de puta, no hablaba de mi, hablaba de Lorena. Que esa noche en la fiesta solo pudo tener ojos para uno solo, pero no iba a ser Joaquín, que era el hombre ideal, iba a ser ese defectuoso, misterioso y sexy.
 Era una chica enigmática, quién sabe qué escondía detrás de cada seca a su cigarrillo, detrás de cada mitad de sonrisa que tenía. Porque la otra mitad mantenía su linea asimétrica que tanto llamaba la atención. Y veía que todos la miraban, menos él, que ni siquiera sabía como se llamaba.
 Con sus uno con setenta metros de altura y de bustos exuberantes quién iba a pensar que no iba a conseguir lo que ella quería. Entonces fue que con un martini en su mano se acercó a él, a entablar una conversación casual. Y el no era mas simpático que siete de sus hombres anteriores, que a los otros ni los recordaba, él era perfecto, rústico y desastroso, pero perfecto.
 Yo la veía hablarle a ese desconocido con tanta naturalidad, porque eso es lo que ella sentía, seguramente. Que podía tener todo lo que quisiera. Cosa que esa noche no sabía si iba a poder ser, él era tan inalcanzable. Se lo veía desde abajo, con un espíritu libre y sin nada que ocultar, a simple vista todo le chupaba un huevo. No sé qué habrá pensado de ella, tan osada e imponente, que creía que esa noche se lo iba a poder coger.
 Pero el tenía un perfume muy rico, yo estaba dentro de ella, porque no soy mas que su voz interior, que la autora de sus fantasías, no soy mas que una estúpida hablando en tercera persona. Pero no era ella, solo su creadora.
 Una fiesta muy encantadora y nada sofisticada. La gente hacía mucho ruido, el salón tenía clase, ellos no. Una gala llena de lujos, y de lujuria también.
 Logró que le invite un trago, con una electrónica comercial de fondo, que sonaba y pegaba mucho en la gente, a ellos no les importaba la música. Las chicas solo querían divertirse, y no llovía.
 Lo que empezó con una conversación terminó en un rincón de la calle del salón, manos incluida, y desacato. No se puede contener la carne, cuando hay mucha piel. Pero eso no era mas que superficial, un touch and go como cualquier otro. Esa noche el no era mas que un hombre que le había llamado mucho la atención. Finalmente se lo había hecho pingo en frente de su mejor amiga.

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